Regiones y comunidades
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Rodeada de una bellísima naturaleza indómita, la capital de Yukón es como una casa pequeña con un jardín gigante lleno de ríos, lagos y montañas. Cosmopolita y fácil de recorrer, es el centro de todos los viajes que se realizan en el territorio y parada obligada tanto para quienes llegan conduciendo por la Alaska Highway como para quienes viajaron en avión.
Una vez aquí, todo se trata de decidir qué aventuras poner en la agenda, porque hay muchísimas opciones disponibles incluso sin alejarse de la ciudad. Puedes, por ejemplo, remar sobre el histórico río Yukón que fluye a través de Whitehorse, aprovechar los kilómetros de camino que hay en los alrededores para hacer senderismo o bicicleta de montaña e, incluso, para los más aventureros, volar en hidroaviones que despegan en el lago Schwatka para volar a lugares apartados y salvajes que se ven increíbles desde las alturas. Por supuesto, otra opción es quedarse en la ciudad y conocer su oferta artística, cultural y gastronómica, que podrá ser pequeña en comparación con la de las grandes urbes, pero donde, para pasarla bien, no hace falta nada.
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Te damos la bienvenida al hogar de la montaña más alta de Canadá, de enormes mamíferos y muy pocos y pequeños poblados. Un sitio en el que durante el verano todo parece tratarse de los rayos del sol, del canto de las aves y de los colores de las flores, pero que todo el año es dominada por los gigantes que la habitan: enormes campos de hielo, glaciares y montañas nevadas que permiten que esta región ofrezca experiencias extraordinarias.
Inicia tu viaje en el Centro de visitantes de Parks Canada ubicado en Haines Junction y disfruta de la vista se tiene desde ahí hacia las imponentes montañas de Saint Elias. Es un espectáculo tan bello que puedes pasar horas mirándolas sin preocuparte porque los locales ya están acostumbrados a ver viajeros hipnotizados por el paisaje.
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Descubre un desierto pequeñito, lagos de agua helada y comunidades increíblemente cálidas en medio de este grupo de lagos interconectados que ofrecen aventuras en la naturaleza, historia y cultura al por mayor.
El circuito de los Southern Lakes es fácil de recorrer y difícil de olvidar. Y es que es posible seguirle los pasos a los exploradores de la Fiebre del oro, sumergir los pies en las dunas de arena del desierto de Carcross y tocar apenas con la punta de los dedos el agua helada y cristalina del lago Bennett. Sin duda, un lugar donde no encontrar belleza es un asunto imposible.
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Ya sea que te quedes en la famosa Dawson City o que busques caminos menos convencionales para conocer la región, Klondike siempre te mostrará maravillas. Y es que, aunque ha pasado más de un siglo desde que los primeros buscadores de oro llegaron a lo que parecía un lugar inaccesible, este sitio demuestra constantemente que lo más deslumbrante que tiene no es el codiciado metal dorado, sino la calidez de sus habitantes y su rica historia viva.
Gracias, en gran parte, a la Fiebre del oro, Klondike es ahora un territorio al que es fácil acceder y que es una delicia disfrutar gracias a los vestigios arquitectónicos de una época que sigue fascinando la imaginación de quienes lo visitan. Y aunque una de las actividades más populares es recrearla, también es el lugar perfecto para conocer la cultura de las Primeras Naciones de la región. Como puedes ver, se trata de un sitio que tiene historia en cada rincón y sumergirte en ella hará que tu tiempo en Klondike sea aún más valioso.
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Su nombre oficial es Highway 11, pero acuñó el sobrenombre “Silver Trail” (Sendero de plata) como un guiño al boom minero de plata que ocurrió en Klondike, un fenómeno menos conocido que la Fiebre del oro, pero que fue sumamente interesante.
Se trata de una carretera que serpentea desde el puente del río Stewart, y a través del territorio de la Primera Nación Na-Cho Nyäk Dun, hasta llegar a la comunidad de Elsa y la ciudad de Keno. Ya que su parte pavimentada termina en el lago Mayo, los servicios de GPS suelen recomendar Dunkan Creek Road como la ruta más rápida para llegar a Keno; sin embargo las condiciones entre el lago Mayo y dicha ciudad no son las mejores y hacen el camino más lento. Nuestro consejo es que permanezcas siempre en el Silver Trail.
Apenas superando los 500 habitantes (que permanecen aquí todo el año), la región carece de desarrollos urbanos por lo que hay un gran territorio por explorar. Disfruta de su escena artística, detente a escuchar los silbidos de las marmotas (que siempre anuncian la llegada de visitantes), rema sobre un río histórico o pedalea algunos kilómetros en bicicleta de montaña. Solo recuerda siempre cederle el paso a los majestuosos alces que se cruzarán en tu camino.
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El famoso sol de medianoche del verano yukonés se hace más impresionante conforme más se avanza hacia el norte, donde los días interminables son suficiente razón para visitar estas inhóspitas regiones. Pero no la única. Poco tocadas por los humanos, estas zonas aparentan quietud cuando en realidad son un espacio lleno de acción. Lo único que tienes que hacer para descubrirla es poner atención a cada movimiento por pequeño que sea: descubrirás que entre sus dramáticos paisajes se puede ver —además de eones de implacables fuerzas climáticas y geológicas— la impresionante migración de decenas de miles de caribúes, solo por mencionar un ejemplo de los espectáculos naturales que quedan a la vista.
Con cinco parques de protección a la vida salvaje distribuídos entre el Yukón Norte y el Yukón Ártico, decidir cuál de ellos visitar suele determinarse por la logística, ya que gran parte de estas regiones sólo tienen acceso por aire o por agua y llegar ahí ya es en sí una aventura. Por su parte, las carreteras ofrecen vistas más cercanas a la tundra multicolor, las montañas y la posibilidad de observar vida silvestre. Pero, sin importar el medio de transporte ni el parque que decidas visitar, recuerda que solo estar ahí te convierte en uno de los pocos humanos que han explorado estas regiones. Una gratificación invaluable.
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Esta región prácticamente virgen te dará muchas oportunidades de apreciar la vida salvaje de Yukón y de conocer una mina emblemática, por lo que necesitarás más de una tarjeta de memoria para guardar todas las fotos que tomarás.
Para llegar a esta zona, una de las menos habitadas y desarrolladas de todo Yukón, debes tomar la carretera Robert Campbell. Conducir sobre ella es una experiencia impresionante para quienes viven en grandes ciudades ya que pueden pasar horas sin que te encuentres con otros autos. Incluso, si llegas a utilizar las áreas de descanso que hay en el camino, la mayoría de las veces serán todas para ti. Eso sí, si buscas café caliente no podrás encontrarlo: te recomendamos llevar tu propio termo.
Y recuerda: ya sea que admires los espectaculares escenarios de Campbell desde detrás del volante, que te detengas a leer la información disponible a lo largo del camino o que decidas tomarte un tiempo para caminar alrededor de las orillas panorámicas de los lagos, es importante que siempre mantengas un espacio respetuoso con los animales, ya que por fortuna habrá muchos a tu alrededor.
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Comienza tu visita en el Sign Post Forest (Bosque de señales postales), un lugar que es exactamente lo que su nombre indica: una colección de señales postales tan grande que parece un bosque y que, iniciada en 1942, crece cada año gracias a las aportaciones de sus visitantes. Un sitio curioso que es perfecto para hacer una escala técnica mientras averiguas si algún compatriota ha llevado una señal de tu lugar de origen.
Después ve al lago Watso: ahí está la primera comunidad que los viajeros que llegan manejando en la Alaska Highway se encuentran al llegar a Yukón. Una fortuna ya que se trata de un poblado lleno de servicios y atracciones para confortar y recibir a los viajeros que, durante el verano, tienen la oportunidad de ver las auroras boreales desde el Centro de ciencias espaciales Northern Lights, dedicado a compartir información sobre el programa espacial canadiense y, por supuesto, de la ciencia y el folclor que rodea a las auroras.